Macrodatos, el mundo en nuestras manos

Macrodatos, el mundo en nuestras manos

 


Voces Universitarias | Por José Enrique Álvarez Estrada *

Todos los mexicanos hemos oído más de una vez que “estamos sentados sobre una mina de oro”. Si no es el petróleo, es el uranio; cuando no, el litio... ¡hasta los jitomates y los aguacates, nos han dicho!

Pero la verdad es otra. En la Era de la Información, no son las materias primas lo que más vale. Son los datos. Y más específicamente, nuestra capacidad para captarlos, almacenarlos, transmitirlos y procesarlos, hasta convertirlos en información, conocimiento y sabiduría. Con casi el 100% de nuestra población intercomunicada, conectada a la Internet en general y a las redes sociales en particular 24/7 (24 horas al día, 7 días a la semana), la huella de datos que cada mexicano va dejando es sencillamente enorme. Tan gigantesca, que cada vez requerimos de dispositivos con mayor capacidad para almacenarla: allá por los años ochenta del siglo pasado, cuando iniciaban las PCs, hablábamos de kilobytes, y utilizábamos discos flexibles (diskettes); en los noventa, con la llegada de las redes cliente/servidor y sus discos duros escalamos a los megabytes; que rápidamente fueron superados por los gigabytes de la Internet. Ahora, en la Era de la Nube, ya estamos superando los zetabytes, un sorprendente 10Z¹, es decir, un 1 seguido de 22 ceros de bytes de almacenamiento.

¿Por qué? Porque cada minuto se envían alrededor de 100 mil tuits; se hacen 700 mil actualizaciones a Facebook; se envían 11 millones de Whatsapps; se hacen 700 mil búsquedas en Google; se envían 170 millones de correos electrónicos... ¡ah, y 217 nuevos usuarios de telefonía móvil se incorporan a la red! En total, casi mil 900 terabytes extras de datos, hacen crecer la montaña.

Cada visita a una página, cada like dado, cada foto compartida, cada meme reenviado está generando un auténtico rastro de migas como el que los proverbiales Hansel y Gretel dejaban. Pero ahora no para encontrar nuestro camino de vuelta a casa, sino para que los científicos e ingenieros en datos, estos alquimistas del siglo XXI, lo transformen en un perfil personalizado que les permite conocernos mejor que nosotros mismos. Tienen a su alcance un amplio espectro de técnicas, que reciben muchos nombres: analytics o analítica; business intelligence o inteligencia de negocios; big data o macrodatos. Y mi favorita: data mining o minería de datos, la metáfora con la que inicié esta charla: una verdadera montaña de datos, entre los cuáles están ocultos los tesoros de información y conocimiento, para aquellos que conozcan las técnicas de minería adecuadas para cribarlos y darles sentido.

Usada para bien, la minería de datos nos hace mejores estudiantes, al permitirnos comprender mejor nuestro proceso enseñanza/aprendizaje; mejores votantes, al separar el ruido del mensaje y entender en qué consisten las propuestas de partidos y candidatos; mejores ciudadanos, al conocer verdadero estado de los problemas de nuestras metrópolis, y el grado de avance en las soluciones implementadas por las autoridades. Pero también en personas más sanas, más longevas, que tomen decisiones respecto de su salud a partir de valores cuantitativos y tangibles como nuestro pulso y presión arterial (que los smart watches nos proporcionan a costos irrisorios), nuestros ciclos de sueño y vigilia, lo que comemos... en fin, un montón de datos que o bien podemos recopilar, o bien ya se están recopilando automáticamente sin que casi nos demos cuenta.

Eso sí, usada para mal, toda esta información puede fomentar la discriminación, incrementar la apatía o distraer a la ciudadanía, obligarnos a comprar productos que no necesitamos; y hata empoderar al proverbial Gran Hermano del que nos hablaba Orwell en su novela 1984.

Como gustaba decir Ben, el tío de Peter Parker: “todo gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Los macrodatos están poniendo todo esto en nuestras manos. Y en nosotros está convertirlo en bienestar o en una pesadilla.

La Segunda Ley de la Ciencia de Clarke reza: “Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada, es indistinguible de la magia”. Yo soy José Enrique Alvarez Estrada, profesor/investigador de la Universidad del Caribe. Acompáñenme en estas cápsulas, donde desentrañaremos el inmenso poder que los datos ponen en nuestras manos. Convirtámonos juntos en los magos del siglo XXI.

Todos estos tema y más se abordan en la Maestría en Analítica e Inteligencia de Negocios de la Universidad del Caribe, cuyo periodo de ingreso está abierto.  Más información en https://www.unicaribe.mx/posgrados

*Profesor-Investigador de la Maestría en Analítica e Inteligencia de Negocios, Unicaribe.

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Los nuevos retos escolares. Saber no es suficiente

Los nuevos retos escolares. Saber no es suficiente

 




Voces Universitarias | Por Eduardo Suárez

La educación actual no está preocupada, como lo había estado durante mucho tiempo, con lo que saben las personas. Ahora, no importa tanto lo que sabes, sino el tipo de persona en que te transformas a partir de lo que sabes.

Los estudiantes y las estudiantes actuales ya no necesitan acumular información por medio de la memorización. Esto no quiere decir que entrenar la capacidad de recuperación no sea indispensable.

Lo que el estudiantado sí requiere es guía y acompañamiento para convertirse en aprendices autónomos y automotivados capaces de enfrentar, desde sus propias perspectivas y contextos, los difíciles retos de sus vidas. Necesitan mucho más que información.

Estos seres humanos completos y merecedores de todos sus derechos, las y los estudiantes, son también las futuras y futuros ciudadanos, profesionistas, miembros de comunidades e integrantes de familias. En su presente, y para su futuro, deben aprender a pensar críticamente para resolver problemas complejos, mantener la paz y trasformar conflictos, comunicarse con eficacia y trabajar colaborativamente. Sobre todo, necesitan aprender a dirigir su propia educación.

No se trata de elevar el nivel de exigencia. No es asunto de escoger a los mejores y desechar a las y los demás, sino de educar a todos y todas para construir una sociedad más justa y amable.

¿Qué es lo que pueden hacer las escuelas postpandémicas para lograrlo? No hay recetas; cada caso merece atención particular. Sin embargo, sí es posible proponer seis principios generales que apunten a las y los educadores en la dirección correcta.

En primer lugar, es indispensable establecer ambientes de aprendizaje que empoderen a las y los estudiantes para convertirse en aprendices autónomos. En segundo, ambientes que los entrenen para la colaboración. En tercero, que estos ambientes no estén fraccionados, como si la vida presentase secuencialmente los particulares intereses de las ciencias y las humanidades: es necesario ofrecer clases en las que se integre todo lo que las y los estudiantes saben y pueden hacer. En cuarto, es ineludible abrir las fronteras de la escuela, para ir más allá del salón de clases, hacia el mundo real de la economía, la sociedad, la familia y el autocuidado. En quinto, es indispensable abandonar la visión globalizadora que sólo ve grupos, para poner atención en la individualidad de nuestros y nuestras estudiantes. En sexto y último, lección dura del confinamiento, es ahora obligatorio incorporar la tecnología para mejorar los aprendizajes y no sólo para mantener alejados a los y las estudiantes durante una pandemia.

Ha quedado muy atrás el papel de la maestra o del maestro como experto que trasmite su saber. El profesorado actual debe convertirse en acompañante y asesor académico, en un mentor que estimula a los aprendices a convertirse en la mejor versión de sí mismos.

* Maestría en Innovación y Gestión del Aprendizaje, Universidad del Caribe. 

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Mucho depende de las alas

Mucho depende de las alas


 

Voces Universitarias | Por Dr. Pedro Moncada Jiménez*

Antonio Enriquez Savignac explicaba que para Cancún, al estar alejado y con conectividad terrestre limitada con las grandes ciudades del centro de México, la única manera de tener una entrada logística era el aeropuerto internacional; por ello, junto con la zona hotelera (zona de producción turística) y la ciudad de apoyo constituyeron los tres elementos base del modelo del proyecto Cancún.


La conectividad es clave para el éxito de un destino turístico, por ello es que ocupa un pilar importante en el Índice de Competitividad de Viajes y Turismo (ICVT) del Foro Económico Mundial (FEM), que en uno de sus indicadores mide la calidad de la infraestructura de transporte aéreo tanto para vuelos nacionales como internacionales. En el informe 2019 del ICVT, México ocupó el lugar 19, de 140 economías, con un 4.7 en escala de 7; en el pilar de infraestructura de transporte aéreo tiene 4.0, debajo del 6.6 de Canadá, 5.9 de USA y del 4.5 de Panamá en el continente americano.


Por ello es que la reciente inauguración del AIFA y la perspectiva de que en el mediano plazo se tenga un nuevo aeropuerto en Tulum vienen a apuntalar a los dos aeropuertos con mayor tráfico internacional: CDMX y Cancún, ya que fortalecen sus sistemas aeroportuarios, tal como sucede en los mayores capitales y áreas turísticas del mundo, donde no todos los flujos se concentran en un solo aeropuerto, sino se distribuyen en una red. Así el AIFA apoya a la competitividad turística de México, lo que se reflejara en el próximo reporte del ICVT.


En el ámbito regional, el Aeropuerto de Tulum es bienvenido por diversas razones. 


Primera: porque viene a desahogar al aeropuerto de Cancún, para hacer más adecuado el viaje para los flujos turísticos que van a la Riviera Maya y el centro del estado, dado que se considera que el rango de influencia de un aeropuerto es de una hora de viaje, ya que más allá, acerca al turista a un punto de malestar acumulado por las horas de viaje, más en viajes intercontinentales, malogrando el inicio de su estancia. Así en el mediano y largo plazo la distribución de vuelos entre los aeropuertos de Cancún y Tulum harán más eficiente la llegada de turistas (recordar que en el caso del turista es el cliente quien se acerca al producto, al contrario de otras industrias en que el producto va a donde se encuentra el cliente).


Segunda razón: seguridad, el huracán Wilma demostró la necesidad de tener un aeropuerto alterno cercano para evacuación de emergencia ante un evento catastrófico. 


Tercera: actualmente, el aeropuerto de Cancún, muestra evidentes signos de saturación, lo que lleva a los horarios restringidos para los vuelos privados. Así, el nuevo aeropuerto de Tulum, asociado a la ampliación del de Chetumal, permitirá al Caribe Mexicano tener un sistema aeroportuario integrado que dé cobertura apropiada a sus destinos turísticos ahora y en un futuro. Porque en nuestro país y región mucho depende de las alas de los aviones, es que estos proyectos de infraestructura aérea, en las zonas de mayor demanda, son clave para la competitividad turística de México y de Quintana Roo.


*Profesor-investigador del Depto. Turismo Sustentable, Unicaribe.

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