Los nuevos retos escolares. Saber no es suficiente

 




Voces Universitarias | Por Eduardo Suárez

La educación actual no está preocupada, como lo había estado durante mucho tiempo, con lo que saben las personas. Ahora, no importa tanto lo que sabes, sino el tipo de persona en que te transformas a partir de lo que sabes.

Los estudiantes y las estudiantes actuales ya no necesitan acumular información por medio de la memorización. Esto no quiere decir que entrenar la capacidad de recuperación no sea indispensable.

Lo que el estudiantado sí requiere es guía y acompañamiento para convertirse en aprendices autónomos y automotivados capaces de enfrentar, desde sus propias perspectivas y contextos, los difíciles retos de sus vidas. Necesitan mucho más que información.

Estos seres humanos completos y merecedores de todos sus derechos, las y los estudiantes, son también las futuras y futuros ciudadanos, profesionistas, miembros de comunidades e integrantes de familias. En su presente, y para su futuro, deben aprender a pensar críticamente para resolver problemas complejos, mantener la paz y trasformar conflictos, comunicarse con eficacia y trabajar colaborativamente. Sobre todo, necesitan aprender a dirigir su propia educación.

No se trata de elevar el nivel de exigencia. No es asunto de escoger a los mejores y desechar a las y los demás, sino de educar a todos y todas para construir una sociedad más justa y amable.

¿Qué es lo que pueden hacer las escuelas postpandémicas para lograrlo? No hay recetas; cada caso merece atención particular. Sin embargo, sí es posible proponer seis principios generales que apunten a las y los educadores en la dirección correcta.

En primer lugar, es indispensable establecer ambientes de aprendizaje que empoderen a las y los estudiantes para convertirse en aprendices autónomos. En segundo, ambientes que los entrenen para la colaboración. En tercero, que estos ambientes no estén fraccionados, como si la vida presentase secuencialmente los particulares intereses de las ciencias y las humanidades: es necesario ofrecer clases en las que se integre todo lo que las y los estudiantes saben y pueden hacer. En cuarto, es ineludible abrir las fronteras de la escuela, para ir más allá del salón de clases, hacia el mundo real de la economía, la sociedad, la familia y el autocuidado. En quinto, es indispensable abandonar la visión globalizadora que sólo ve grupos, para poner atención en la individualidad de nuestros y nuestras estudiantes. En sexto y último, lección dura del confinamiento, es ahora obligatorio incorporar la tecnología para mejorar los aprendizajes y no sólo para mantener alejados a los y las estudiantes durante una pandemia.

Ha quedado muy atrás el papel de la maestra o del maestro como experto que trasmite su saber. El profesorado actual debe convertirse en acompañante y asesor académico, en un mentor que estimula a los aprendices a convertirse en la mejor versión de sí mismos.

* Maestría en Innovación y Gestión del Aprendizaje, Universidad del Caribe. 

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