¡Cuidado con las falsas promesas educativas!


 Voces Universitarias | Dr. José Enrique Alvarez Estrada*

Elegir es renunciar. Cuando usted decide inscribir a sus hijos a cierta escuela, lo que menos debe importarle es lo que ésta afirme que promueve: ser bilingüe, bicultural, educar en valores, creatividad, innovación, emprendimiento… todos estos términos suenan atractivos, y prometen un mejor futuro para sus hijos. Sólo que rara vez son ciertos. En 1967, Melvin Conway enunció un principio que afirma: “las organizaciones están abocadas a producir diseños que son copias de sus propias estructuras de comunicación”. O sea, si las partes que integran una organización no reflejan las partes esenciales de aquello que produce, simplemente no podrán producirlo. Mi abuela lo decía más sencillo: no se le puede pedir peras al olmo.

La escuela, tal y como la conocemos, fue creada durante la Revolución Industrial, para dotar de personal capacitado a las nacientes fábricas y a la burocracia que las controlaba. Las habilidades básicas eran simples: buena caligrafía (antes de la máquina de escribir todo se anotaba a mano); aritmética mental (antes de las calculadoras, todo se hacía “de cabeza”); comprensión lectora (seguir órdenes al pie de la letra). Así que la escuela se modeló a partir de la fábrica: los niños se procesan “por lotes” (“generaciones” o “cohortes”), donde su fecha de nacimiento (“producción”) dicta aquél al que pertenecen; todos van uniformados, para sentirse “uno más”, tan sólo otra pieza intercambiable de la maquinaria; los niños llevan cabello corto y las niñas cabello largo, para perpetuar el rol de género; “la letra con sangre entra”, porque las habilidades básicas deben funcionar en cualquier momento y situación, incluso en una trinchera durante una guerra.

Este modelo de producción de “refacciones humanas” para la industria y la burocracia estuvo tan bien diseñado y funcionó tan eficientemente, que se perpetuó hasta nuestros días. El problema es que la Era Industrial terminó, y fue sustituida por la Era de la Información, y ahora sobran millones de estas refacciones humanas, pues las computadoras son los nuevos “empleados”. Y por supuesto, la escuela no sabe qué hacer para formar el nuevo “perfil de egreso” deseado, a saber: alguien racional pero creativo, independiente pero incluyente, que piense global pero actúe local.

¿Sus hijos usan uniforme escolar? ¿El salón de clases tiene estructura “tradicional”, con pupitres y pizarrón? ¿El reglamento exige cabello corto a los varones? ¿La lengua materna de los maestros es el español? ¿Los docentes jamás han vivido en el extranjero? Si la respuesta a la mayoría de estas preguntas es “sí”, entonces se aplica la Ley de Conway, y usted está pidiéndole peras al olmo. Sáquelos de ahí y busque una escuela más apropiada.

*Cuerpo Académico Educación y Sociedad (CAESO)  Universidad del Caribe


No hay comentarios:

Publicar un comentario