Voces Universitarias | Mtro. Francisco J. May Hernández*
Hoy en día, en el mundo del emprendimiento y de los negocios, términos como plataformas colaborativas y “Share Economy” son utilizados de manera cotidiana e inclusive, forman parte aspiracional de muchas personas al enterarse de cómo funcionan y en especial por su aportación al ingreso familiar, ya que son una forma de Economía Doméstica Complementaria (EDOCO).
Dos de las más reconocidas y que en nuestro entorno causan polémica, al igual que en muchas otras latitudes, son sin duda AIRBnB y UBER, de la industria del hospedaje o alojamiento y transporte respectivamente. Estas tienen su génesis en una necesidad manifiesta detectada como oportunidad por gente visionaria y emprendedora, que sin duda supo aprovecharla muy bien, desarrollando plataformas en donde las personas pusieran al servicio de otras los “excedentes” que tuvieran en su cotidianeidad, es decir: hay un cuarto vacío en la casa, pongámoslo en la plataforma (AIRBnB), hay tiempo disponible y un auto dónde transportarme, lo ponemos en la plataforma (UBER), todo esto sustentado en el hecho de que la economía colaborativa se basa en dos principios: primero, que las personas interactúan intercambiando bienes y servicios directamente, evitando proveerse a través de las compañías y las empresas en los mercados convencionales y, segundo, que la motivación que anima dicho intercambio es la satisfacción de necesidades y no tanto el afán de lucro… Cosa que resulta mera utopía.
En la realidad, estas oportunidades de emprender para complementar la economía doméstica fueron vistas por muchos (que llamaremos “emprendedores modernos”), como una forma de emprender sin tener la presión de la carga fiscal y tramitología engorrosa que conlleva el iniciar un negocio tradicional. Las personas decidieron poner en renta propiedades que no habitaban contratando a alguien que las administrara, decidieron comprar autos y contratar choferes que los manejaran, escudándose en el hecho de que eran parte de las mencionadas plataformas, conllevando a que la industria formalmente establecida levantara la voz solicitando la intervención de la autoridad para regular en la materia, ya que lo consideran una competencia desleal y parte del comercio denominado informal, causando desacuerdo en los nuevos emprendedores, afectando a quienes, respetando las reglas de lo que en esencia es la economía colaborativa, habían recurrido a ésta para apoyarse en su economía doméstica.
No es de extrañar que la autoridad en consecuencia haya decidido poner cartas en el asunto, creando legislación en la materia, misma que en el caso de UBER conllevó a ampararse contra las resoluciones tomadas por sentir que se atentaba contra sus intereses, caso contrario a AIRBnB que decidió de manera inicial apegarse a lo que la autoridad dictamine, tomando en consideración que ambas incumplen las condiciones que mencionamos con anterioridad, ya que objetivamente hablando, son plataformas de intermediación que generan, institucionalizan y pretenden monopolizar un mercado, ya que el intercambio que se realiza es impuesto bajo las condiciones que ambas determinan para sus usuarios, resultando en consecuencia que la motivación que las mueve es el afán de lucro, lo cual no está del todo mal, sin embargo, la realidad es que quienes hacen uso de estas para emprender, en la mayoría de los casos de igual forma, por consecuencia, incumplen el principio fundamental sobre las cuales se basan, creando un desorden que requiere de una forma u otra regularizarse a pesar de quien sea.
No se trata de impedir que se haga, se trata de que se haga como debe hacerse para que realmente complementen la oferta existente y poder en consecuencia, todos trabajar armónicamente.
*Profesor Investigador, Departamento Economía y Negocios, Universidad del Caribe.
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