Primeros auxilios para una educación de emergencia: individualización




  InnovACCIÓN | Por Eduardo Suárez*

Ante una educación de emergencia, un manual de primeros auxilios pedagógicos resulta una necesidad inaplazable. En las escuelas debemos apoyar a nuestros socios más importantes: aquellos adultos que desde casa enfrentan el reto actual al lado de sus hijos e hijas, preocupados por su futuro. Estos adultos, que regresan a la escuela con un compromiso no exento de un callado heroísmo, no pueden enfrentar esta dificultad solos, por la sencilla razón de que nadie puede hacerlo así en estos momentos.

Tenemos una emergencia, no solo sanitaria y económica, sino además educativa. Gracias a la pandemia fue necesario implementar cambios radicales en la forma de trasmitir nuestra cultura a la siguiente generación. Ya no podremos hacerlo como siempre, cuando menos por un largo tiempo. Como no se trata de una trasformación planificada sino forzada, el sentido de urgencia nos puede dejar paralizados. La estrecha cooperación entre familias e instituciones es la clave para salir adelante. De hecho, este grave problema puede ser el punto de palanca que transforme nuestro sistema educativo.

El aprendizaje de nuestra cultura se realizaba de la manera tradicional, cara a cara. Es claro que el contacto social es una característica fundamental y que por eso nuestra educación se basa en reunirnos en un lugar común, todos al mismo tiempo. Vivimos en sociedad, aprendemos relacionándonos y la escuela es un lugar privilegiado para eso. 

Sin embargo, ya había fuertes indicios de que educar así era inoperante frente a los gustos y las necesidades de la juventud actual. Como los adultos tenemos el control, y nos formamos sin computadoras, redes sociales, inteligencia artificial, realidad virtual y aumentada, etc., creímos que estas tecnologías eran un lujo interesante y no una necesidad indispensable. Solo hacía falta preguntar a los jóvenes, y hacerles caso, pero no lo hicimos. No hay que ahogarse en el océano de las culpas; lo que sí es necesario es nadar con fuerza hacia el sitio más seguro, uno desde el cual podamos repensar nuestra educación.

¿Qué necesitan saber estos adultos para apoyar a sus hijos e hijas? Requieren reconocer, para exigir, lo que sí funciona en la educación a distancia; también, rechazar lo que no. Necesitan ayuda para evaluar la instrucción que reciben sus hijos e hijas.

Un principio fundamental de la educación a distancia es el de la individualización. Este principio se puede enunciar de la siguiente forma: es necesario tratar a cada estudiante según sus aptitudes, necesidades e intereses. Sabemos que requerimos agrupar al estudiantado por su necesidad de socialización, pero eso no significa que se debe enseñar a un grupo, en lugar de a todos y cada uno de sus integrantes, o que el centro de la atención sea el conocimiento del docente, en lugar del aprendizaje de cada estudiante. 

La recomendación para los heroicos educadores del hogar, quienes cuentan en voz alta y con los dedos para modelar una operación aritmética o parten naranjas para explicar las fracciones, es la siguiente: exija que su hijo o hija sea considerado como una persona única, completa y con todos los derechos; asegúrese de que las actividades escolares consideren no solo lo que su hijo o hija tiene en común con el resto de sus compañeros y compañeras sino además que atienda a lo que tiene de irrepetible. Si la educación a distancia no promueve libertad, creatividad, iniciativa e indagación… debe cambiarse.

* Maestría en Innovación y Gestión del Aprendizaje, Universidad del Caribe

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