Voces Universitarias | Dra. Carmen L. Cervantes*
Cada 18 de diciembre se conmemora el Día Internacional del Migrante, y en este sentido, resulta necesario reflexionar sobre el derecho a la libre movilidad de las personas. Si bien la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas en su Artículo 13 señala que: “toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado”, la profundización de la globalización y el incremento en los niveles de interconexión entre países, sociedades y sistemas económicos no solo ha transformado la realidad de las migraciones internacionales, sino que ha complejizado el fenómeno generando profundos impactos económicos, sociales y políticos, así como el debilitamiento de los derechos de las personas migrantes.
Los países se encuentran atrapados en una “paradoja liberal”. Mientras que el intercambio de bienes, capital y servicios ha adquirido una amplia movilidad a nivel global, la migración de personas continúa restringida a pesar de que resulta fundamental para soportar los procesos productivos y los desequilibrios demográficos en los países desarrollados. Esta situación ha desencadenado fuertes debates sobre los efectos de los flujos migratorios en la competencia laboral y la presión sobre los servicios públicos, generando una hiperpolitización negativa del fenómeno migratorio que se alimenta de discursos antiinmigrantes, xenófobos y apórofos, aun cuando el tema se ha colocado en el centro de las agendas gubernamentales.
Algunos sectores en los países de origen argumentan que las personas migrantes atentan contra la soberanía y seguridad nacional, contribuyen al deterioro del tejido social y a la falta de cohesión social, e incluso a raíz de la pandemia se les considera como importantes focos de transmisión de enfermedades. Sin duda la retórica antiinmigrante afecta a la estabilidad social y política de las naciones, polariza a las sociedades y acelera el debilitamiento de los derechos de las personas migrantes, a quienes cada vez más se les concibe como fuerza de trabajo, una simple mercancía y no como un integrante de la sociedad que les acoge.
Sin embargo, ¿qué es lo que realmente resulta incómodo de la presencia de personas migrantes? Acaso es su origen distinto, sus tradiciones y costumbres, sus creencias, o es que en un sistema donde se privilegia la individualidad, el éxito y la acumulación en todas sus formas, se repele lo que es extraño aun cuando no exista ninguna intención hostil y se desea eliminarlo a causa de su otredad. O quizá porque son el reflejo de la pobreza, precariedad, racialización, exclusión y desigualdad, producto de un sistema altamente depredador para los menos favorecidos que no se puede sostener más.
Ante esta cambiante y compleja realidad del fenómeno migratorio, ¿Qué podemos hacer como sociedad, más allá de las acciones emprendidas por los Estados y los Organismos Internacionales? Si la vía diplomática y la celebración de acuerdos siguen siendo necesarios para la gestión de la movilidad humana, se requiere construir nuevas solidaridades, así como nuevas miradas y debates mediante la concientización sobre el respeto a las diferencias entre los individuos. En este punto, las instituciones educativas constituyen espacios para promover una cultura de paz y fomentar el conocimiento sobre los derechos humanos de las personas y en particular sobre los derechos de las poblaciones migrantes.
Es fundamental entender que no existen personas ilegales, la ilegalidad se produce mediante el miedo a lo desconocido, políticas de control cada vez más restrictivas, las expulsiones forzadas, la construcción de nuevos muros, la fortificación y militarización de los espacios fronterizos, e incluso a través de fronteras ideológicas. El hecho de que una persona cruce una frontera de manera irregular no la convierte en criminal, pues tal como lo señala la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.
*Profesora-Investigadora, Depto. Economía y Negocios, Unicaribe.
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