Rebeldes en la Biblioteca de Unicaribe



 Voces Universitarias | Mtro. Jorge Jufresa*  

Rara vez voy a la biblioteca de la Universidad. Con lo que me gusta curiosear en libros, debería ir, a diario, un ratito; hasta sería saludable darme esa excusa para desentumecerme de la jornada frente a la computadora, pero paso meses sin visitarla. Me he vuelto comodino. Fuera de mi pequeño acervo doméstico, encuentro mis temas de interés intencionalmente o por azar, navegando en la Red y adiestrándome en el oficio de googlear; y frecuentemente, cedo a la intertextualidad. Por lo demás, no se me da muy bien eso de devolver los libros en una semana.

Pero, el otro día, en buena hora, por menesteres ajenos a la lectura, fui a nuestra biblioteca. Al pasar por el stand de exhibición de las novedades, topé con un libro que me hizo recordar mi época de estudiante de tiempo completo en El Colegio de México. Fue uno de esos flashazos intempestivos, como los que eventualmente suscita un aroma o una melodía que uno guarda en el inconsciente, recónditamente asociados con algún momento de la propia vida. En este caso, se trató del guiño de un título: The Outsiders.

Me precipité a abrir el libro en busca del autor, que no recordaba, y el índice. Nada cuadraba con mi recuerdo. Me bastó adentrarme en unas cuantas líneas del prólogo para darme cuenta de que estaba reviviendo una epifanía con el libro equivocado. Aquél, ahora he podido reconstruirlo, era la obra del singular sociólogo Howard Becker (fallecido en agosto de 2023 a los 95 años). Se llamaba, escuetamente, Outsiders (1967). Y su subtítulo insinuaba una crítica a la forma en que la sociología venía tratando la “desviación”. Seguramente me interesó porque, a los pocos meses de ingresar al Colmex, mis maestros ya me habían inoculado el virus de la elucubración teórica. Y se comprenderá que a esa edad me resultase seductor un libro que, para estudiar a los “diferentes”, los “marginales”, los “rompe-normas”, i.e., los outsiders, reivindicaba metodológicamente: darle la voz a los sujetos calificados como tales y no sólo a la sociedad que los etiquetaba.

Pero el librito que ahora, casi sesenta años después, tenía entre manos, no era menos interesante. Se titulaba The Outsiders y se trataba de una novela escrita por una adolescente. Se la publicaron cuando ella tenía 16 años. Al poco tiempo, en 1967, fue llevada al cine con una pléyade de actores proto-famosos. Y, más tarde, en vista de su éxito, la convirtieron en serie. No obstante su contemporaneidad con el libro de Becker, nunca supe de su existencia.

¿Qué hace en nuestra Biblioteca esa épica de bandas rivales acuchillándose mutuamente en un pueblo norteamericano? No lo sé. Me parece probable que se haya solicitado su adquisición como material para estimular las sesiones de conversación en inglés entre jóvenes. Y no parece una mala idea. De hecho, The Outsiders figura como ejemplo emblemático de buena “literatura juvenil”, y esta edición, de Penguin, trae entre sus anexos una sección de Temas de Debate.

Pero, hablando de darle la voz a todos los implicados en una conflictiva social, ahora que la estoy leyendo, me parece que el primer valor de esta ficción es justamente la autenticidad en la creación de las voces. Es como si esta escritora hubiera escuchado a temprana edad el llamado de Howard Becker y se hubiera dedicado a hilvanar un bestiario empático a partir de girones biográficos y anecdóticos de los púberes con los que convivía. Y por ello, quiero recomendar su lectura a estudiantes y profesores, como un precipitador de buenos debates universitarios.

En español, tanto a la novela como a la película, las titularon: Rebeldes

Se pueden encontrar versiones completas en Internet. Y con toda seguridad estas traducciones bastarán para apropiarse de la historia. Pero recomiendo muy mucho que, quien pueda, lea la novela en el idioma original. Aunque su carga de slang (caló, argot, jerga) dificulte por momentos precisar el sentido del algún pasaje de la trama, vale más aclararlo en la convergencia entre la luz que arroja el contexto, la intuición lectora y la visita a un diccionario de modismos, que ceder a la facilidad de buscar una versión en español. Ni la de Alfaguara ni las que circulan en Internet logran hacer justicia a la calidad literaria que ya había alcanzado esta joven escritora. Ella sabe echar mano de recursos poéticos que conectan a fondo con el lector, tiene destreza narrativa para entregar la historia y perspicacia para captar la interioridad y la idiosincrasia de sus personajes. Llevar eso a otro idioma requiere de un traductor que a todo ese bagaje pueda sumar vivencias de primera mano de un mundillo equivalente.

No sé si esta recomendación vaya a caer en suelo fértil*. Lo que sí sé es que yo obtuve un buen saldo de este pequeño desvío de mi rutina. En realidad, sacando cuentas, de mis visitas a la Biblioteca, siempre salgo con la pluma recargada. Me propongo ir con más frecuencia.

*Si mi recomendación no te convence, mira la de Letraherido:

https://posadadellector.blogspot.com/2015/11/rebeldes-de-susan-ehinton-o-la-novela.html

NOTA:

Para quien quiera mayores referencias sobre el libro, traduzco, en un Apéndice a este texto, partes de un Prólogo que la autora, Susan E. Hinston** escribió para la edición de 2009, cuando su primera incursión en las letras ya se había convertido en la beloved story of heroism, friendship and belonging que sigue acumulando ventas.


APÉNDICE I


Dice la autora:

Querido lector

Me resulta muy difícil hablar sobre mí y especialmente sobre The Outsiders,

que fue escrita en un momento terrible de mi vida, que se publicó por una

serie de complicadas coincidencias y que ha ido más allá de lo que

cualquier autor se atrevería a soñar. Pero lo voy a intentar.

[…] De hecho, la empecé a los 15 años, como un cuento sobre un

muchacho que es vapuleado cuando regresa del cine a su casa.

Pero no sólo escribí The Outsiders, la viví. En retrospectiva puedo ver cuán

importante fue para mí poder llevar otra vida en aquel tiempo; ser otra

persona, habérmelas con problemas que tenía que afrontar, a la par que

escribía como una forma de comprender y asimilar lo que me sucedía.

Todo esto, lo veo, en retrospectiva. Pues […] en aquel tiempo, yo estaba

enojada con la situación social en mi prepa. Necesitaba con desesperación

materiales de lectura que abordaran con realismo la vida adolescente.

Sabía que iba a ser escritora. Amo escribir. Empecé en la primaria porque

me encantaba leer y me gustaba la idea de hacer que las historias

sucedieran como yo quería. Cuando llegué a la prepa, había estado

practicando por años. De modo que me entusiasmó, pero no me sorprendió

cuando, el día que me gradué de la prepa, recibí mi contrato de publicación.

The Outsiders me ha llevado a muchos lugares que nunca habría soñado.

Me dio a conocer personas que nunca habría conocido. Aunque, Patrick

Swayze, Tom Cruise, Matt Dillon, Rob Lowe, C. Thomas Howell, Emilio

Estevez y Ralph Macchio, son nombres muy familiares para la mayoría de

la gente, y suscitan imágenes de estrellato y glamour, yo los recuerdo como

un grupo de muchachos amorosos, locos, increíblemente talentosos y, a la

vez, como unos adolescentes perfectamente normales. Estuve involucrada

en cada aspecto de la filmación de The Outsiders, y mi recuerdo más

querido es el de los ratos que pasé con “mis muchachos”.

Debo agradecerle a Francis Ford Coppola, no sólo el respeto, la amabilidad

y la amistad que recibí de él en lo personal, sino el haber realizado la

película para los fans del libro. Realizó una adaptación fiel, consultándome


para todo, desde las locaciones hasta el vestuario, pero, sobre todo,

siempre quiso cumplir con los fans del libro. Y, hasta donde yo sé, él es el

único director que haya vuelto atrás a completar una película suya, porque

esos fans se lo pidieron (The Outsiders, The complete novel DVD).

En cuanto a los fans, recibo cartas [de todas partes y diversas edades]. De

convictos, policías, maestros, trabajadores sociales y, por supuesto, de

chicos. Chicos que viven vidas como las de los Outsiders, chicos que no

pueden imaginarse viviendo vidas como las que se presentan en The

Outsiders. Chicos que leen todo el tiempo. Chicos que nunca antes habían

terminado un libro.

Las cartas que dicen: “me encantó el libro”, son buenas. Las que dicen: “no

me gustaba leer y ahora leo todo el tiempo”, son mejores. Pero las que

dicen: “The Outsiders me cambió la vida” […], francamente me asustan.

¿Quién soy yo para cambiarle la vida a nadie? Creo que la mejor respuesta

sería: “fue el libro, no, el autor”; “es el mensaje, no, el mensajero”.

**(Susan E. Hinston también es la autora de la base de otra famosa adaptación al cine: Rumble Fish [La ley de la calle]).


APÉNDICE II


Howard Becker además de sociólogo era músico. Dentro del mundillo académico

era reconocido como muy buen escritor. Su Outsiders dedica sendas partes a

investigar cómo se ven, a sí mismos, el mundillo de los fumadores de mariguana y

el mundillo de los ejecutantes de jazz. Un hallazgo interesante es que ellos, a su

vez, nos ven a los demás como “cuadrados”, como “outsiders”. La adopción de

esta nueva sensibilidad para la ciencia social se promueve desde el epígrafe inicial

de su libro mediante una cita de Faulkner. Pero más que defender, como éste, que

toda valoración está en la mirada del espectador, trata de entender los valores que

sustentan la no conformidad de algunos grupos con las normas sociales.

Epigrafe inicial de OUTSIDERS de Howard Becker 

(Cita de un pasaje de AS I LAY DYING de William Faulkner)

 


Sometimes I ain´t so sho who´s got ere a

right to say when a man is crazy

and when he ain´t.

Sometimes I think it ain´t none of us pure

crazy and ain´t none of us pure sane until

the balance of us talks him that-a-way.

It´s like it ain´t so much what a fellow

does, but it´s the way the majority of folks

is looking at him when he does it.

A veces no estoy tan seguro de quién

tiene derecho a decir si un hombre está

loco o, no. A veces, creo que ninguno de

nosotros está totalmente loco o

totalmente sano, hasta que la mayoría

habla así de alguien. Parece que no se

trata tanto de lo que un tipo hace, sino de

cómo lo ve la mayoría de la gente cuando

lo hace.

(Traducción: Jorge Jufresa)




Aparte de otras referencias literarias, Susan E. Hinston echa mano del poema de Robert Frost, Nothing gold can stay, para armar una hermosa escena de The Outsiders. Lo utiliza con tan buen tino que, de manera natural, los protagonistas de ese momento le dan pleno sentido a unos versos un tanto enigmáticos. La frase principal reaparece, luego, como un guiño magistral en otro momento culminante de la novela. No me satisfacen las traducciones del poema que he encontrado, sea en las antologías de la obra de Frost o en las versiones en español de la novela de Hinston. Consigno aquí mi versión rimada (aunque con distinto metro y nunca definitiva).


NOTHING GOLD CAN STAY

Nada dorado durar puede 

(Robert Frost, en New Hampshire, 1923)


Nature’s first green is gold,

Her hardest hue to hold.

Her early leaf’s a flower;

But only so an hour.

Then leaf subsides to leaf,

So Eden sank to grief,

So dawn goes down to day

Nothing gold can stay.

Su primer verde es un tris de oro

Que Natura pierde (ay) muy pronto.

Sus primeras hojas son brotes

Que, un ratito, pasan por flores.

Luego, la hoja queda en hoja,

Como el Edén cayó en congoja,

Como la aurora al día cede.

Nada dorado durar puede.

(Adaptación al español en verso: Jorge Jufresa)


*Historiador y Terapeuta. Depto. Servicio Social, Universidad del Caribe

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