InnovACCIÓN | Por Marcela Gleizer*
“De política y religión mejor no hablar.” ¿Cuántas veces hemos oído esa frase? A diferencia de lo que ocurre en otras latitudes, donde las discusiones acaloradas son parte de la cotidianidad de cualquier sobremesa, en México la cultura popular aconseja evitar temas que puedan conducir a discusiones y conflictos, en favor de mantener la armonía y la cordialidad.
Como educadores, cabe preguntarnos ¿La premisa es válida también para el salón de clases? El Consejo de Europa considera que no. En el documento “Enseñando temas controversiales” expone una serie de argumentos sobre la importancia de aprender a dialogar sobre los temas polémicos para promover los valores de la democracia, los derechos humanos y el imperio de la ley. Aquí resumo los más importantes, para todos los docentes que consideran que fortalecer estos valores es parte esencial de su labor.
Antes, sin embargo, hay que precisar: ¿Cuáles temas entran en la categoría de “controversiales”? Sin duda el lector ya tiene varios en mente: drogas, aborto, matrimonios entre personas del mismo sexo, terrorismo, extremismo religioso o hasta el uso de cubrebocas. El documento los define como “aquellos temas que despiertan sentimientos intensos y una opinión dividida en la comunidad y en la sociedad”. Son tópicos que carecen de respuestas fáciles, que generalmente involucran creencias, valores o intereses en conflicto, que suelen percibirse muy ligados a la identidad personal y que suscitan sentimientos de suspicacia y desconfianza respecto a quienes no comparten nuestra perspectiva.
Con toda esta complejidad, ¿por qué arriesgarse a abordarlos dentro del salón de clases? He aquí los principales beneficios de dar espacio a estos temas, enlistados por el documento:
1. Las cuestiones controvertidas son, por su propia naturaleza, muy importantes en la vida de la sociedad: aprender sobre ellas debería formar parte de la educación social y política de cada joven.
2. El debate sobre cuestiones controvertidas forma parte del proceso democrático. Hacerlo en el salón de clases ayuda a las y los estudiantes a desarrollar algunas de las competencias esenciales de la ciudadanía democrática, como mantener la mente abierta y la curiosidad ante ideas diferentes a las propias, la voluntad de comprender al otro, la tolerancia y las habilidades del debate democrático y resolución pacífica de conflictos.
3. Los jóvenes son bombardeados por información sobre temas controvertidos a diario a través de las redes sociales y necesitan guía para ser capaces de dar sentido a los contenidos que reciben. La escuela es uno de los agentes que debe desempeñar ese papel.
4. Los medios de comunicación a menudo presentan los temas controvertidos de manera incompleta o sesgada, por lo que es deber de la escuela que los jóvenes obtengan una visión equilibrada sobre las cuestiones que tienen el potencial de impactar directamente sobre sus vidas.
5. Todo el tiempo surgen nuevas controversias. Aprender a lidiar con estos temas desde ahora los preparará para tratar mejor con ellos en el futuro.
6. La investigación sobre temas controvertidos exige una serie de habilidades analíticas y de pensamiento crítico que ayudan a los jóvenes a aprender a sopesar la evidencia, a detectar sesgos y a emitir juicios basados en el razonamiento.
7. Participar en temas controvertidos puede contribuir positivamente al desarrollo emocional de los estudiantes, ya que les ayuda a entender sus sentimientos y a aclarar sus valores, convirtiéndose en personas más seguras de sí mismas.
Los argumentos son sin duda relevantes en un contexto internacional y nacional donde la polarización gana terreno, los debates se alimentan de fake news y los argumentos pasan cada vez más por descalificar al contrincante en lugar de tratar de encontrar puntos de acuerdo. En principio, en todos los niveles educativos podrían tratarse asuntos controversiales, adecuados a la edad de los estudiantes. Sin embargo, para enseñar acerca de este tipo de temas hay que responder primero algunas preguntas pedagógicas. Por ejemplo, cómo crear “espacios seguros” en la clase, para que todos se puedan expresar con libertad, cómo bajar la tensión si la discusión sube de tono, o cómo promover la participación si prevalece un clima de apatía. Estas y otras preguntas más se abordarán en una segunda entrega.
*Mtra. en Innovación y Gestión del Aprendizaje, Universidad del Caribe.
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