Voces Universitarias | Por Marcela Gleizer*
Una de las herramientas tecnológicas que han adoptado los docentes para la evaluación del aprendizaje a distancia es la aplicación de cuestionarios en línea. Por supuesto, los cuestionarios se utilizan como instrumento de evaluación desde mucho antes que las TIC’S (Tecnologías de Información y Comunicación) aparecieran en escena. Pero las TIC’S volvieron a los cuestionarios particularmente atractivos.
Hay disponible una amplia variedad de aplicaciones, como Google Forms, Kahoot, Quizlet, That Quiz, Quizbean y Exatime, que ofrecen una gama más o menos extensa de tipos de preguntas prestablecidas -opción múltiple, correlación, completar frases, casillas de verificación, entre otras- lo que permite crearlos y editarlos fácilmente. Además, pueden ser utilizados y reutilizados en distintos grupos y cursos. Y, sobre todo, se califican de manera automática e inmediata.
Para los docentes esto significa, por un lado, liberar tiempo de una actividad mecánica para poderlo dedicar a tareas más sustantivas de su actividad educativa. Por el otro, contar con retroalimentación precisa y oportuna sobre qué contenidos son dominados por sus estudiantes y cuáles requieren clarificación o práctica. El entusiasmo por esta herramienta parece ser plenamente justificado.
Sin embargo, los cuestionarios también han sido blanco de algunas objeciones.
Las más comunes:
1) Sólo evalúan aspectos “memorísticos” del aprendizaje. Esto es, lo que los estudiantes recuerdan, que no es necesariamente lo que comprenden.
2) El enfoque con el que se los utiliza es siempre “sumativo”: evalúa el desempeño del estudiante al final del proceso de aprendizaje (de un tema, una unidad o un curso), para “encasillarlo” vía una calificación (bueno, regular, malo) y no como herramienta para promover que continúe aprendiendo.
La primera objeción es fácil de responder: el cuestionario no tiene necesariamente que enfocarse en evaluar contenidos aprendidos de memoria. Todo depende las preguntas que se formulen. Resolver un problema matemático, por ejemplo, requiere que el estudiante comprenda la pregunta, identifique los datos relevantes y ponga en práctica los procedimientos apropiados para llegar a la respuesta. Para superar el segundo cuestionamiento, en la siguiente entrega propondremos tres usos alternativos a los cuestionarios, alineados con el enfoque de “evaluar para aprender”: usos que no necesariamente son “sumativos” sino “formativos”, es decir, que utilizan la evaluación para crear oportunidades para que los estudiantes mejoren su desempeño.
*Integrante del núcleo académico de la Maestría en Innovación y Gestión del Aprendizaje,
Unicaribe. Convocatoria abierta, consúltala en https://www.unicaribe.mx/posgrados
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