Voces Universitarias | Dr. Pedro Moncada Jiménez
Hubo una época en que al turismo, románticamente, se le denominaba la industria sin chimeneas,
por su aparente inocuidad medioambiental; hoy sabemos que no es así. En 2018 un estudio
publicado en la revista Nature Climate Change estimaba que el turismo contribuía con un 8% de
las emisiones de gases de efecto invernadero. Según los informes de la Organización Mundial del
Turismo en colaboración con el Foro Internacional de Transporte y el Programa de las Naciones
Unidas para el Medio Ambiente, la contribución de los diversos subsectores del turismo a las
emisiones de CO 2 , en 2005 eran: transporte aéreo (40%), automóvil (32%), otros transportes (3%),
alojamiento (21%) y otras actividades turísticas (4%). Así el transporte es el mayor componente,
con un 75 % del total de las emisiones del sector. Por ello ante el reto global del cambio climático,
el verdadero desafío del turismo para ser sustentable ésta en lograr transportes de bajas
emisiones.
En el caso del Caribe Mexicano, por su ubicación geográfica y sus mercados emisores, su modelo
pivotea mayormente sobre el transporte aéreo, el que más emisiones genera. Y para el país, un
país extenso, es básicamente lo mismo, el transporte turístico se basa en transporte aéreo y
terrestre por automotores.
En el Índice de Competitividad de Viajes y Turismo 2019 del Foro Económico Mundial el pilar peor
valorado para México fue el de infraestructura terrestre y portuaria con un 3.2 sobre 7, debido a la
inexistencia de vías férreas de calidad para el transporte de personas.
Según la Agencia Europea de Medio Ambiente, después de caminar y la bicicleta que generan cero
emisiones, el tren es el transporte con menores emisiones de CO 2 por pasajero y kilómetro
recorrido (14), el autobús (68), la motocicleta (72), el automóvil (104) y el avión (285).
En España (como en varios países europeos), donde existen alternativas de transporte por tren a la
par del avión, la mayoría de las y los viajeros optan por el tren. Y en las rutas más importantes, en
cuanto han comenzado a operar los trenes de alta velocidad, han bajado significativamente los
viajes en avión.
Ante el debate público sobre el tren maya, es interesante considerar esta información, para
enriquecer la reflexión.
Calculando, con base en los datos de la Agencia Europea de Medio Ambiente, la persona que viaja
en tren genera 20 veces menos emisiones de CO 2 que quien viaja en avión, 7 veces menos que
quien viaja en automóvil y casi 5 menos que quien viaja en autobús. Así, el tren es el transporte
turístico masivo de más bajas emisiones; además, es el único que compensa el impacto ambiental
de su construcción y presta un servicio ambiental al sustituir viajes actuales y futuros, de medios
más contaminantes como el avión, el autobús, la van o el automóvil, por viajes con menores
emisiones.
Por ello, ante el deseo utópico de hacer “alquimia ambiental”, parece sensato darle una
oportunidad al tren maya y en general a los trenes en el país, recuperando el proyecto de hace
más de un siglo de unir México por vías férreas y tal vez pronto, con una visión de futuro, veamos
proyectos de trenes de levitación magnética tal como están haciéndolo Japón y China
actualmente.
Este cambio en el paradigma del transporte terrestre ayudará a hacer el turismo en Quintana Roo
y México más competitivo y con baja huella de carbono y debe de aplicarse como una estrategia
de adaptación y mitigación que ¡urge! para afrontar el calentamiento global.
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