Voces Universitarias | Dr. Pedro Moncada Jiménez*
“Tan cerca del Caribe Mexicano, tan lejos del turismo”, con ese enunciado podrían sintetizarse los últimos 50 años de las comunidades mayas del norte de Quintana Roo y de la península. Pero el Tren Maya, a escasos meses de comenzar a rodar, es la oportunidad de incorporarles, en sus propios términos, para que sean actores centrales y no meros entes contemplativos. Su integración en un proyecto que, desde su primer planteamiento apostaba por derivar flujos turísticos hacia el interior de la península y el sureste, con énfasis en el turismo alternativo y el desarrollo regional, es la oportunidad para que la 4T les haga justicia con una aportación de calado al progreso de las poblaciones originarias, lo que no se ha logrado en los últimos cinco siglos.
Desde el primer cartel de Cancún, se apelaba al valor que aportaban los mayas: “Éste es Cancún, donde los mayas veranearon hace mil años” decía. De siempre la gastronomía, la vestimenta y artesanías han sido explotados como productos turísticos; Chichen Itzá y Tulum históricamente han sido las excursiones más populares; la arqueología y la cultura originaria son el gran elemento diferenciador ante los destinos competidores del Caribe; sin embargo, a las y los mayas vivos sólo se les incorporaba como mano de obra, mayormente en posiciones operativas. Con los cambios de fines del siglo XX e inicios del XXI toma fuerza el turismo alternativo. En su primera vertiente: nuevas formas de hacer turismo, se comienzan a mover visitantes tierra adentro y a espacios con escasos flujos turísticos. Pero algunas de las comunidades rurales también vieron la oportunidad de diversificar sus actividades tradicionales, explorando el turismo alternativo en su segunda vertiente: como una opción de desarrollo, donde ellas lleven el papel protagónico. Variados esfuerzos se han hecho en las últimas dos décadas para apoyar las iniciativas turísticas de las comunidades rurales, con resultados diversos.
Elemento clave para un destino turístico exitoso, de cualquier tamaño, es la conectividad, que viene a aportarla el Tren Maya; también puede apuntalar, con su infraestructura y recursos, el talón de Aquiles de los proyectos comunitarios: la comercialización. Más allá del incremento previsible de los flujos a zonas arqueológicas y ciudades medias y pequeñas del sureste; como se haga la incorporación de las pequeñas comunidades rurales, será clave para que les lleguen las y los turistas y se aproveche esta oportunidad histórica y no se les pase el tren. Esperamos que, por primera vez, no sean relegados a ser actores secundarios del desarrollo.
Recuerda visitar el blog disponible en la página web de la Universidad del Caribe (www.unicaribe.mx) donde podrás leer esta y anteriores colaboraciones.
*Profesor-Investigador de Turismo Sustentable y Gestión Hotelera, Unicaribe.
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