Voces Universitarias | José Francisco Domínguez*
El norte de México alberga una riqueza natural y cultural única, con ecosistemas que van desde desiertos hasta bosques de coníferas, y una biodiversidad que incluye especies emblemáticas como el lobo mexicano y el águila real.
Los Pueblos Mágicos de esta región, reconocidos por su patrimonio histórico y atractivos naturales, representan un potencial enorme para desarrollar un turismo sostenible que beneficie tanto a las comunidades locales como a la conservación del medio ambiente. A su vez, guarda secretos que muchos viajeros aún no descubren: desde los desiertos surrealistas de Mapimí (Durango) hasta los bosques nevados de Creel (Chihuahua), pasando por las pozas azules de Cuatro Ciénegas (Coahuila), un laboratorio natural con especies únicas en el mundo.
Esta región, que alberga entre el 10% y 12% de la biodiversidad mundial, es el escenario perfecto para un turismo diferente, donde la aventura se combina con la conservación. Los Pueblos Mágicos de la zona —como Álamos, Batopilas o Parras de la Fuente— no solo destacan por su arquitectura colonial y tradiciones, sino por su entorno natural privilegiado.
Estos pueblos ofrecen una gran oportunidad para desarrollar ecoturismo, una forma de viajar que respeta el medio ambiente y beneficia a las comunidades locales.
Un estudio realizado por la Universidad del Caribe identificó 19 Pueblos Mágicos en estados como Chihuahua, Coahuila y Sonora, analizando su potencial para actividades turísticas responsables. Algunos ejemplos de ecoturismo exitoso son: Creel (Chihuahua): Senderismo y avistamiento de águilas y osos guiado por expertos locales; Cuatro Ciénegas (Coahuila): Turismo científico apoyando la conservación de especies únicas; Parras de la Fuente (Coahuila): Rutas por viñedos históricos con enfoque en el uso responsable del agua; Álamos (Sonora): Festivales de biodiversidad y recorridos culturales.
Sin embargo, el crecimiento del turismo también trae retos. Es necesario evitar la saturación de visitantes, capacitar a guías en buenas prácticas ambientales y asegurar que las comunidades se beneficien económicamente. Los viajeros pueden contribuir eligiendo operadores certificados, respetando áreas protegidas, comprando productos locales y reduciendo su impacto ecológico. El futuro podría traer una “Ruta de la Biodiversidad”, uniendo estos destinos con experiencias educativas y sostenibles, donde cada visita ayude a proteger este patrimonio natural. Como dijo un guía rarámuri: “No heredamos la tierra de nuestros antepasados, la tomamos prestada de nuestros hijos”. El ecoturismo bien planeado puede hacer que esos paisajes únicos perduren.
Los Retos: Evitar que el Turismo se Convierta en una Amenaza. Aunque el ecoturismo es una gran oportunidad, hay riesgos: Saturación de visitantes: Lugares como las Grutas de Bustamante (Nuevo León) ya limitan el acceso para proteger sus ecosistemas frágiles. Falta de capacitación: Muchos guías necesitan formación en conservación para evitar prácticas dañinas, como alimentar a la fauna silvestre para atraer turistas. En cuanto a la Educación ambiental: Se propusieron talleres comunitarios, senderos interpretativos y aplicaciones móviles para promover la conservación entre turistas y residentes.
*Profesor-Investigador, Depto. Turismo Sustentable, Gastronomía y Hotelería, Universidad del Caribe.
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