Voces Universitarias | Dr. Juan Boggio Vázquez*
En 2025 se cumplen 140 años del nacimiento de Frank H. Knight (7 de noviembre de 1885) y 104 años de la publicación de su libro más influyente, Risk, Uncertainty and Profit (1921). En esas páginas Knight trazó una distinción que cambió la teoría económica: riesgo es lo que puede medirse y asegurarse; incertidumbre es lo que no puede medirse bien ni cubrirse con pólizas. Y sostuvo algo más: el empresario es quien decide precisamente en ese territorio incierto y asume las consecuencias.
Quisimos comprobar si esa idea sigue viva en la práctica. Con estudiantes de Pensamiento Empresarial (Licenciatura en Innovación Empresarial, Universidad del Caribe) realizamos un ejercicio de campo con pymes de Cancún. Entrevistamos dueños y gerentes con un guion semiestructurado: decisiones recientes sin información suficiente, formas de “amarrar” costos con terceros, ventas de prueba antes de invertir y ajustes rápidos a partir de lo aprendido.
¿Qué vimos en Cancún?
Primero, mucha incertidumbre verdadera en el día a día. Varios negocios no pueden anticipar la afluencia con precisión (el turismo cambia, el clima pesa, el sargazo altera planes) y los precios de insumos (pescado, café, gas) se mueven de forma difícil de prever. En ese contexto, no hay modelos que resuelvan todo; aparece el juicio: la experiencia del dueño, su lectura del barrio, del horario, del cliente que llega o no llega.
Segundo, el residuo (la ganancia o la pérdida) suele quedar del lado del empresario. Si un día flojo no cubre costos, él o ella absorbe el golpe; si la apuesta sale bien, recoge el excedente. Al mismo tiempo, muchos dan certeza a terceros: salarios fijos a su personal, rentas pactadas, condiciones claras para proveedores. Es una imagen muy knightiana: convertir en contratos ciertos lo que rodea al negocio y quedarse con la incertidumbre que no se puede asegurar.
Tercero, abundan las pruebas pequeñas antes de invertir. Vimos casos que empezaron vendiendo desde casa, en ferias o con equipo alquilado por horas, y solo después abrieron un local o compraron maquinaria. Esa secuencia: probar, medir, ajustar, recién entonces comprometer capital, reduce errores costosos y acelera el aprendizaje.
Cuarto, hay ajustes frecuentes y rápidos. Menús que cambian cada semana, sustitución de ingredientes cuando sube un precio, horarios que se mueven con el calor o con la llegada de vuelos, promociones que se activan y desactivan según la respuesta del público. No es improvisación: es una forma de gestión que reconoce la volatilidad del destino y actúa en ciclos cortos.
¿Sigue vigente Knight?
A la luz de estas observaciones, sí. En las pymes que escuchamos aparece, con naturalidad, la función empresarial que Knight describió hace un siglo: decidir sin probabilidades confiables, asumir la responsabilidad, proteger a quienes rodean al negocio mediante contratos y aprender vendiendo. La ganancia no viene de controlar todas las variables, sino de tomar decisiones sensatas bajo incertidumbre.
Este trabajo de aula nos permitió conectar teoría y territorio. Celebrar a Knight no es solo recordar un aniversario: es mirar de cerca cómo se emprende en Cancún hoy. En medio de sargazo, temporadas irregulares y plataformas cambiantes, el juicio del empresario local (su capacidad para leer señales, ajustar a tiempo y hacerse cargo) sigue siendo un motor silencioso de la economía de la ciudad.
*Profesor-Investigador, Departamento de Economía y Negocios, Universidad del Caribe

No hay comentarios:
Publicar un comentario