Las secuelas educativas de la pandemia no son sanitarias

 Voces Universitarias | Por Eduardo Suárez*




La desigualdad se modernizó: ahora también es tecnológica

La pandemia no fue un evento de salud pública. Según Adriana Puiggrós, educadora argentina, fue un revulsivo de toda nuestra realidad. Para empezar, es necesario darse cuenta de que el covid-19 no dejó una nueva normalidad porque la situación anterior no tenía nada de natural, aunque haya sido habitual. Vivíamos ya en una sociedad desigual, injusta y violenta, lo que nunca debió considerarse como ordinario. Lo que tenemos ahora es una nueva anormalidad.

Todas las personas, y no sólo los estudiantes, tuvieron que tomar cursos relámpago de tecnologías de información y comunicación sólo para poder seguir con su vida cotidiana. Las obligaciones ciudadanas y todos los servicios tuvieron que ser gestionados por medio de computadoras. Nadie se salvó de esta situación: hasta los adultos mayores tuvieron que adaptarse a lo virtual, bajo el riesgo de una fuerte exclusión y marginación.

Descubrimos no la tecnología educativa, sino a su desigual distribución. No debió haber sido una sorpresa tan brutal. Era previsible: la inequidad se replica. Esto trajo como consecuencia el reclamo de un servicio tan genuino como el de la urbanización básica o el agua potable: el internet gratuito.

Después del aislamiento, ha permanecido la distancia social. Las clases presenciales ahora deben llevarse a cabo con un menor número de asistentes, para evitar los contagios. Esto ha puesto una fuerte presión en el sistema educativo estatal al recrudecer las exigencias para la admisión a la educación superior pública. En esta meritocracia, quienes ya tenían mejores condiciones son favorecidos, mientras que quienes están más necesitados de formación profesional y laboral quedan, otra vez, fuera de la competencia.

Algo inesperado es la incursión masiva de las grandes corporaciones privadas de tecnología de internet y software en los servicios educativos que deben ser ofrecidos por el Estado. La crisis tecnológica ocasionó una fuerte privatización de la educación pública. Nadie sabe cuánto van a pesar estos fuertes intereses en la toma de decisiones sobre la forma de educar a las y los ciudadanos.

La manera de laborar cambió para siempre. El teletrabajo es la nueva realidad. Es claro que tiene ventajas, como la disminución de la necesidad de traslado, pero también fuertes desventajas, como la fusión y confusión de tiempos y espacios, de labor y ocio, en el hogar. El número de horas laborales aumentó, mientras que los lugares para el esparcimiento tuvieron que ceder su importante función a quienes debían trabajar o estudiar.

Quizá lo más positivo fue la labor de la ciencia. Al estudiar la acción del virus, se confirmó que somos una especie sin diferencias significativas entre sus individuos. Este nuevo prestigio de la ciencia puede echar para abajo de una vez por todas los prejuicios, los supremacismos y las discriminaciones.

*Profesor de Tiempo Completo, Depto. Desarrollo Humano, Unicaribe. 

 


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